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03.02.2014

Dr. Joan Fort: "Hacer ejercicio, controlar el peso y comer sano ayudan a prevenir la hipertensión"

La tensión arterial es la presión con que la sangre circula a lo largo de las arterias. Cuando se mide la tensión arterial se determinan dos cifras, una cifra máxima y una mínima. La cifra máxima o sistólica es la presión que mantiene la sangre cuando el corazón está en sístole, es decir, cuando se contrae y expulsa la sangre al resto del organismo. La cifra mínima o diastólica es la presión que oponen los vasos arteriales cuando el corazón está en diástole, es decir, cuando se dilata y se llena de sangre.

Hasta hace algunos años se consideraba normal que los sujetos con más de 65 años presentaran una tensión arterial elevada, pues se suponía que esto era una adaptación del organismo al paso del tiempo. Sin embargo se ha demostrado que, a cualquier edad, el aumento de la presión arterial daña las arterias del organismo.

Se considera que toda persona que tenga la tensión arterial por encima de los límites de 140/90 mm Hg debe ser diagnosticada como hipertensa sea cual sea la edad que tenga. En el anciano predomina el aumento de la tensión sistólica de forma desproporcionada con respecto a la elevación de la diastólica o incluso de forma aislada, y el aumento de la presión de pulso, que es la diferencia entre la tensión sistólica y la diastólica.

La hipertensión arterial es una de las enfermedades crónicas de mayor incidencia en la población anciana. Se estima una prevalencia global en personas mayores de 65 años cercana al 60-70%, siendo la hipertensión sistólica aislada la mayoritaria en los ancianos. Para analizar esta enfermedad crónica hemos conversado hoy con el Dr. Joan Fort, nefrólogo y Jefe Clínico de Insuficiencia Renal del Hospital Vall d’Hebron  de Barcelona aprovechando la conferencia “Hipertensión arterial en el anciano y en pacientes en hemodiálisis” que ha impartido en nuestro Centro Sociosanitario Palau.

- ¿Qué provoca la hipertensión arterial en la gente mayor?

- Intervienen diferentes factores. En la hipertensión arterial del anciano intervienen los cambios morfológicos y funcionales relacionados con el envejecimiento que favorecen la rigidez arterial y los fenómenos de arterioesclerosis, como es la perdida de elasticidad de la pared de las arterias, que por lo tanto tienen menos capacidad para adaptarse a altas presiones, lo que hace que puedan romperse u obstruirse con mayor facilidad. Por otro lado, el corazón del anciano tiene menos capacidad para soportar el aumento de trabajo que le supone la hipertensión arterial y por lo tanto una mayor posibilidad de volverse insuficiente. Asimismo, influyen enormemente el estilo de vida (ejercicio, nutrición, hábitos tóxicos) y las enfermedades padecidas. Es entonces cuando el anciano tiene un riesgo más elevado de padecer complicaciones vasculares que los jóvenes hipertensos: angina de pecho, infarto de miocardio, insuficiencia cardíaca, hemorragia o ictus (accidentes vasculares cerebrales) e insuficiencia renal.

- ¿Qué síntomas presenta la hipertensión? ¿Cómo detectamos su presencia?

- La hipertensión es una enfermedad de análisis lento porque no hace daño pero causa mucha comorbilidad. Los ancianos son los que más se benefician de pequeños y controlados descensos de las cifras de presión arterial, por ser la población con más riesgo de complicaciones vasculares. Por lo tanto con el objetivo de disminuir las complicaciones vasculares y mantener una adecuada calidad de vida, también se deben conseguir las cifras de presión arterial sistólica por debajo de 140 mm Hg y de presión arterial diastólica menores de 90 mm Hg. El procedimiento básico de detección de la hipertensión arterial es la medición protocolizada de ésta en todos los enfermos que acuden a consulta médica puesto que éste es un proceso frecuentemente asintomático. En los pacientes ancianos este procedimiento requiere especial cumplimiento dada la elevada prevalencia de hipertensión arterial en dicho grupo de población, su bajo coste y su elevado rendimiento. Siempre hay que considerar los factores que puedan agravar la hipertensión arterial, como son obesidad, tabaquismo, sedentarismo, diabetes mellitus, exceso de sal común, abuso de alcohol, estrés o exceso de preocupaciones, ansiedad, angustia, fármacos como corticoides o antiinflamatorios, etc.

- ¿Qué medidas de choque se toman para reducirla?

- Es urgente modificar el estilo de vida. Hay que tomar medidas higiénico-dietéticas fundamentales. En primer lugar hay que adelgazar. Hay que reducir la ingesta calórica en casos de sobrepeso. A veces con cinco o seis kilos es suficiente. Hay que reducir la ingesta de sal y evitar tomar alimentos enlatados, precocinados y embutidos y es necesario aumentar el consumo de verduras, fruta y cereales. Hay que caminar más de 30 minutos al día y no consumir alcohol. En los casos en que las medidas no farmacológicas no sean suficientes, se podrá prescribir terapia farmacológica individualizada según el grado de hipertensión y las condiciones particulares de cada paciente, en especial las comorbilidades y los tratamientos previos y concomitantes.

- Ha hablado usted de enfermedades cardiovasculares: ¿Qué relación hay entre la insuficiencia renal y la aparición de estos accidentes cardiovasculares?

- En general, los profesionales sanitarios y la población identifican la hipertensión arterial, el tabaco o el sedentarismo como factores de riesgo para sufrir una enfermedad cardiovascular. Sin embargo, poco o nada se conoce sobre la relación directa entre insuficiencia renal y aparición de accidentes cardiovasculares, aunque el riesgo vascular en pacientes con insuficiencia renal está aumentado 20 veces en relación a una persona normal, siendo además la principal causa de mortalidad en este grupo de enfermos. Así, una persona con insuficiencia renal de 30 años tiene el mismo riesgo de fallecer que una persona sana de 65 años; incluso una persona con problemas renales moderados presenta un alto riesgo de sufrir un infarto de miocardio o un accidente cerebrovascular.

Ante la alta morbi-mortalidad asociada a la insuficiencia renal, los especialistas reclamamos la adopción de medidas encaminadas a un diagnostico precoz de la enfermedad, en especial en los grupos de riesgo: hipertensos, personas mayores y diabéticos.

- ¿Cuál es el principal problema de los pacientes con insuficiencia renal?

- La anemia. El déficit de la función renal genera, entre otras consecuencias, una disminución en la secreción de una hormona, la eritropoyetina, encargada de estimular en la médula ósea la formación de los glóbulos rojos lo que se traduce en la aparición de la anemia que afecta a un parte importante de los pacientes con insuficiencia renal. De igual manera que se trata la hipertensión en estos pacientes, se debe corregir esta anomalía con tratamientos eficaces como los agentes estimulantes de la eritropoyesis. Asimismo, es importante la corrección del déficit de hierro, imprescindible para la formación de hematíes. Por otra parte, las alteraciones del metabolismo calcio-fósforo, que se manifiestan a partir de la pérdida del 50% de la función renal, constituye otro de los factores importantes de riesgo cardiovascular por su implicación en las calcificaciones vasculares y valvulares y su relación la alta morbi-mortalidad de esta población.

- ¿Qué otra terapia hay que seguir para la anemia y la insuficiencia renal?

- En primer lugar, los enfermos con insuficiencia renal deben seguir una dieta cardiosaludable con poca sal, con reducción de la ingesta de grasas saturadas y una ingesta calórica adecuada, con reducción de la ingesta proteica en aquellos pacientes con filtrado glomerular bajo. Así mismo, en fases ya avanzadas de la insuficiencia renal se aconseja restringir aquellos alimentos ricos en fósforo y en potasio, y en los pacientes en diálisis que no tengan diuresis residual, reducir la ingesta de líquidos a 500 ml al día. Además, el ejercicio físico moderado cada día es aconsejable como medida cardiosaludable. En cuanto a los diferentes tratamientos farmacológicos, para corregir una anemia es necesaria, como he comentado con anterioridad, la administración periódica de factores estimulantes de la eritropoyesis: FEE (eritropoyetina, darbepoetina o CERA), que estimulan la producción de glóbulos rojos por parte de la médula ósea, además de mejorar sustancialmente la liberación de oxigeno a nivel de los tejidos. La replección concomitante de los depósitos de hierro, con la administración de hierro endovenoso durante la diálisis o endovenoso en el hospital de día en los pacientes con Enfermedad Renal Crónica no en diálisis, es indispensable para conseguir una correcta corrección de la anemia. Cuando el paciente con ERC llega a una situación de insuficiencia renal crónica avanzada, es aconsejable iniciar tratamiento sustitutivo renal, siendo las opciones la hemodiálisis, la diálisis peritoneal y el trasplante.



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